Sin renuncia
Publicado: Lun, 15 Jul 2019 23:32
Cuando ya no quedan palabras que guardar en otro cuerpo
y me sobran los pronombres posesivos con nombre mujer,
me deslizo a ras del suelo como hojas secas que tras de sí
la muerte arrastra y camino lento, aturdido por la melancolía,
o por los días grises que como un puñal de nostalgia
se clava en la memoria y entonces escucho un estallido
de gritos silenciosos reflejándose en los espejos del pasado
y presiento que arrojan contra mí su rabia indefinida.
Y avanzo poseído por el tiempo en que solo era promesa,
y me oculto entre los escombros de algún sueño inconcluso
que se asoma al vértigo del futuro y con saña lacerante
me golpea su utopía; aún así resisto, y sobrevivo, jamás
desfallezco en mi propio desconcierto. Y progreso en busca
de una realidad que necesito con urgencia sea tangible,
más allá de esta invención donde se pudre mis días en la nada.
Pero un torbellino de esperanza en la sangre se atrinchera
y el coraje de vivir soporta las heridas que se abren y supuran
decepción a la hora que el alba se despierta y me interroga.
Todavía presiento que en los tendales de la reminiscencia
se quedaron colgados los harapos con que fue cubriéndose
mi intimidad desnuda , y ahora estoy aquí, a la intemperie,
intentando dar refugio al corazón de un hombre deshabitado;
también con estas cicatrices extendiéndose en el alma, que son
su propia identidad, o su defensa, cuando advierte que el frío
de la soledad duele como un mordisco y deja en los ojos
la sombría visión de quien tan solo pretende morir amando
aunque del amor lo hayan desheredado, por eso a veces reta
a su propia fragilidad, y porque su raíces tienen el poderío
de un roble adolescente, suyo es el triunfo, entonces sólo aspira
a subsistir, y luchar como si fuera el pulso en libertad de un
corazón del que esperan su renuncia, pero se niega a ser vencido.
y me sobran los pronombres posesivos con nombre mujer,
me deslizo a ras del suelo como hojas secas que tras de sí
la muerte arrastra y camino lento, aturdido por la melancolía,
o por los días grises que como un puñal de nostalgia
se clava en la memoria y entonces escucho un estallido
de gritos silenciosos reflejándose en los espejos del pasado
y presiento que arrojan contra mí su rabia indefinida.
Y avanzo poseído por el tiempo en que solo era promesa,
y me oculto entre los escombros de algún sueño inconcluso
que se asoma al vértigo del futuro y con saña lacerante
me golpea su utopía; aún así resisto, y sobrevivo, jamás
desfallezco en mi propio desconcierto. Y progreso en busca
de una realidad que necesito con urgencia sea tangible,
más allá de esta invención donde se pudre mis días en la nada.
Pero un torbellino de esperanza en la sangre se atrinchera
y el coraje de vivir soporta las heridas que se abren y supuran
decepción a la hora que el alba se despierta y me interroga.
Todavía presiento que en los tendales de la reminiscencia
se quedaron colgados los harapos con que fue cubriéndose
mi intimidad desnuda , y ahora estoy aquí, a la intemperie,
intentando dar refugio al corazón de un hombre deshabitado;
también con estas cicatrices extendiéndose en el alma, que son
su propia identidad, o su defensa, cuando advierte que el frío
de la soledad duele como un mordisco y deja en los ojos
la sombría visión de quien tan solo pretende morir amando
aunque del amor lo hayan desheredado, por eso a veces reta
a su propia fragilidad, y porque su raíces tienen el poderío
de un roble adolescente, suyo es el triunfo, entonces sólo aspira
a subsistir, y luchar como si fuera el pulso en libertad de un
corazón del que esperan su renuncia, pero se niega a ser vencido.