Editorial Alaire

Yo era joven, había guerra lejos.
El Gobierno envió tropas, soldados jóvenes y pálidos
con menos privilegios que los míos.
Y había una muchacha muy guapa y progresista
que no se impresionaba fácilmente.


Había calimocho y marihuana,
había una gran marcha de protesta:
todos juntos en el sueño de inocencia fácil de las masas.
Y había un policía joven y nervioso
con menos privilegios que los nuestros
—universidad, comida y cama gratis, bromas gratis,
Levi´s rotos, vinilos y poemas
rebosantes de rabia de juguete—.


Y alguien muy valiente lanzó desde la masa
un adoquín al casco de aquel joven policía.
Volvió, a punto de caer, su rostro confundido, reflejaba
el miedo a la injusticia, al colectivo en poder del privilegio.
Y yo también entonces coreé, junto con otros:
¡ETA mátalos!


Mi vergüenza.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra,
no podría volver
y callar.

Un poema duro, hermoso y muy interesante, Pablo. A menudo el afán de justicia se convierte en injusticia, y al final los verdaderos culpables de uno y otro lado son los únicos que se salvan de la quema. Recuerdo que ETA caía simpática en los últimos años del franquismo. Lamentablemente algunos se quedaron mentalmente en esos años. Yo me considero progresista y de izquierdas, pero las ideologías nunca deben pisar a las personas. Me encantó tu poema, amigo, en forma y en fondo. Un abrazo.

Un poema diferente a lo que nos tienes acostumbrado. Enhorabuena, amigo, que te hayas adentrado en estos vericuetos de la sociopolítica. Has diseñado con maestría las consecuencias desgraciadas de los extremos. Todos fuimos en nuestra juventud revolucuionarios, rebeldes, contrarios a la burguesía expoliadora, simpatizantes de los hippies y de la izquierda; y todos caímos en el error de aceptar el fanatismo que lleva a la injusticia, a crear daños innecesarios a personas que, como nosotros, estaban desconcertados por los acontecimientos vertiginosos que se sucedían en el mundo. Hoy, ya en la calma de la madurez, recapacitamos y nos percatamos de que las injusticias no se eliminan con injusticias; y esperamos, tal vez, que la juventud de ahora se vuelva un poco más tolerante. Pero eso nunca va a suceder, amigo, porque la experiencia se aprende en carne propia. Las injusticias no han desaparecido, y seguirán los adoquines a ser arrojados sobre los cascos, y otros Pablos a gritar con convicción: ¡Mátalos! Me gusta tu poesía, en todas sus vertientes.

Un abrazo grande, poeta.
Óscar

Has desnudado, querido amigo, parte de tu alma con total sinceridad. Sí, todos tenemos algo de lo que sentimos vergüenza. Me gustó mucho como has desarrollado el poema. Felicidades.
Abrazos
Pilar

Coincido totalmente con el comentario de Luis.
Se oyen viejas historias de esa época. Sólo los que sufrieron saben la/su verdad. Hoy día se eligen los oficios, al menos algunos, por necesidad, pero entonces...
Se siente la vergüenza tratada con dolor.
Te felicito por este poema.

La realidad y su valoración desde cada perspectiva particular humana es muy compleja y diversa. El bien (la razón, la justicia…) y el mal (la injusticia, el egoísmo…) siempre son muy confusos y depende de tantas variables que muchas veces pueden ocupar posiciones intercambiables. Solamente la cultura y la educación al conocimiento de estas complejas realidades pueden hacernos madurar para llegar a contemplar la complejidad moral desde el punto de vista más equilibrado posible.
Tu magnífico poema es el punto de partida en la búsqueda de este equilibrio, porque lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta de las propias posiciones, casi siempre sesgadas y muy partidistas, según el bando o la clase a la que perteneces.

Un abrazo, querido amigo.

Pablo Ibáñez escribió:

La vergüenza es un sentimiento revolucionario
Karl Marx

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver
Antonio Gamoneda

Yo era joven, había guerra lejos.
El Gobierno envió tropas, soldados jóvenes y pálidos
con menos privilegios que los míos.
Y había una muchacha muy guapa y progresista
que no se impresionaba fácilmente.


Había calimocho y marihuana,
había una gran marcha de protesta:
todos juntos en el sueño de inocencia fácil de las masas.
Y había un policía joven y nervioso
con menos privilegios que los nuestros
—universidad, comida y cama gratis, bromas gratis,
Levi´'s rotos, vinilos y poemas
rebosantes de rabia de juguete—.


Y alguien muy valiente lanzó desde la masa
un adoquín al casco de aquel joven policía.
Volvió, a punto de caer, su rostro confundido, reflejaba
el miedo a la injusticia, al colectivo en poder del privilegio.
Y yo también entonces coreé, junto con otros:
¡ETA mátalos!


Mi vergüenza.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra,
no podría volver
y callar.

Cuando un poema recoge el sentimiento de hechos infligidos a la gente, cuando un poema articula el dolor sentido, físico y moral, ese es un poema más que social. ETA, ISIS, Etc. se equivocan en que no ven solución a su queja y se descarrían al llamado "terrorismo".



Tu poema es doloroso y al ser articulado en Poesía, recoge en el Arte el padecer de la vida. Abrazos, Pablo. ERA

Una de las cosas que mas me gustan de este foro es la capacidad de los autores para moverse entre estilos, tú, estimado Pablo, lo haces de maravilla.
El poema refleja la estupidez que en ocasiones genera la juventud, la mayoría de las veces se cura con el tiempo, pero hay casos que se vuelven crónicos o incluso empeoran.
Siempre es un acierto pasarse por tus poemas, compañero.

Gracias amigos por vuestros comentarios,

Luis, Óscar, Pilar, Ana, Ferreiro, ERA, Israel,

vuestra apreciación positiva es un honor para mí.

Os mando un abrazo.

Pablo, un poema difícil de conseguir, dada la sobriedad de su temática, el escenario me ha atrapado totalmente. Me uno al comentario de Ferreiro, y gracias por abrir esa puerta de la realidad. No todos los días nos encontramos con poemas así, emblemáticos, resumen de una época. Recibe mis abrazos.

Pablo Ibáñez escribió:

La vergüenza es un sentimiento revolucionario
Karl Marx

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver
Antonio Gamoneda

Yo era joven, había guerra lejos.
El Gobierno envió tropas, soldados jóvenes y pálidos
con menos privilegios que los míos.
Y había una muchacha muy guapa y progresista
que no se impresionaba fácilmente.


Había calimocho y marihuana,
había una gran marcha de protesta:
todos juntos en el sueño de inocencia fácil de las masas.
Y había un policía joven y nervioso
con menos privilegios que los nuestros
—universidad, comida y cama gratis, bromas gratis,
Levi´s rotos, vinilos y poemas
rebosantes de rabia de juguete—.


Y alguien muy valiente lanzó desde la masa
un adoquín al casco de aquel joven policía.
Volvió, a punto de caer, su rostro confundido, reflejaba
el miedo a la injusticia, al colectivo en poder del privilegio.
Y yo también entonces coreé, junto con otros:
¡ETA mátalos!


Mi vergüenza.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra,
no podría volver
y callar.

Sincero, valiente, propio y con una perspectiva que aclara las dudas y cimenta esa verdad tan humana como internacional.
Otros tiempos, otras edades, otras ilusiones de unos bandos y de otros. Y todos con unos privilegios justos y los sueños llenos de deudas.
Encuentro que es un precioso poema de una persona que no ha perdido el rastro de lo que al fin y al cabo es la vida que nos tocó vivir; con yerros, aciertos y, sobre todo, honestidad.
Un abrazo Pablo.

Un poema valiente, que analiza los acontecimientos del pasado desde la perspectiva de la madurez. Me gusta mucho tu forma de expresarlos y la reflexión que planteas.

Mi sincera felicitación, Pablo.

Abrazos, amigo.

Hola, Pablo. Gracias por ofrecernos esta prosa en renglones cortados, una preciosa confesión personal (al menos, es lo que parece: muy personal, a no ser que sea ficticia). Pero te digo lo mismo que le he comentado a Luis hace un momento: yo no consigo ver el poema. Veo una narración en prosa a la que se añade un fragmento de Gamoneda. Yo creo que calentar una tortilla del supermercado en el microondas y echarle por encima un chorreón de tomate frito no es cocinar; creo yo. Saludos.

Gracias amigos, por vuestro comentarios.

Marius, Alonso, Rosa, Pablo (me has puesto la boca agua con la tortilla y el tomate frito )

Vuestro paso es un honor para mí.

Un abrazo.

Es muy bueno Pablo, hay que leer despacio y pararse en muchos versos
saborearlo y dejar que toque bien el paladar.

Estuve hace un momento leyendo a Gloria Fuetes,
de vez en cuando voy a buscarla
y me la recordaste de su tantos poemas donde habla de la guerra.

Qué gran cierre.
Es brutal.


.....................
Gloria Fuertes hablando sobre la guerra:
"Lo único bueno que me dio fue que me hizo pacifista y me dejó un poco de metralla en el muslo".