Cómo me recuerda este poema a mi madre y a sus ojos de ver y diluirse.Pablo Ibáñez escribió:Iba por casa lamiendo grietas y desnuda,
temblando su demencia de sombra y de silencio.
Atardecida la ciudad en el balcón, ella salía
a bañar en luz menguante sus ojos esquimales.
Pero el día del orgullo hubo tormenta. Vio
plataformas y plumas empapadas, gloria y grava,
silbatos rezumantes y tambores y truenos implacables,
paraguas arcoíris cubriendo las aceras,
bigotes y músculos de cuero humedecido, tantos sueños
bailando libremente bajo lluvia redentora,
cuerpos y más cuerpos besándose vibrantes
debajo de los pórticos antiguos.
En el balcón, desnuda en senectud, unos minutos,
hasta que Selma la tomó tiernamente por un brazo
y la condujo —mamita, ya está fresco…— al interior.
Un escenario del que hiciste brotar la poesía con encanto propio y ajeno.
Por herencia conservo los ojos esquimales que ayudan a comprender las situaciones, las inclemencias.
Un placer asomarme también a ese balcón para disfrutar de sus poéticas vistas sin temor a fríos y con la vista puesta en lo que acontece.
Un abrazo Pablo.