J. J. Martínez Ferreiro escribió:LXXXIII
En la mesa de la cocina, una mujer desenfocada
corta el cuello a unos pollos y luego los despluma.
La mujer pinta sus labios de negro.
Se asoma a la ventana.
Besa a un hombre a su lado
que grita levantando los pollos desplumados y sanguinolentos,
a la iluminada noche de la ciudad.
Una música de violines
aviva el oleaje de las calles,
y más allá, en las afueras, en los lindes anónimos,
se siente el grito de los pollos, los violines desenfocados,
los labios negros de los hombres en las mujeres sanguinolentas,
en la iluminada noche de la ciudad.
LXXXIV
Las luces de la calle provenían
de las televisiones y los ordenadores,
que titilaban sus colores tartamudos tras las ventanas.
Se acercó a mí,
mal encarada, la mezquina mujer de la limpieza
que vaciaba un jarrón con cabezas de pollo dentro.
—Por qué usted grita
y por qué besa a la mujer de labios negros.
Por qué suenan estos violines tartamudos,
en la iluminada noche de la ciudad.
Un degüello , el ritual de la santería, y otras religiones. Creo que es un poema extraordinario. Es un poema provocador. En ningún momento se pierde la pregunta de por qué estamos aquí. Es casi imposible no ver la justa posición de este rito sangriento con los artefactos digitales de inteligencia artificial. La intimidación de este acto y la anonimidad remota de la tecnología, pudieran también degollarnos o iluminarnos. Es un poema fuerte, genial, Ferreiro. ERA