Editorial Alaire

La misma ciudad que bien conoces
se muestra hoy extraña y diferente.

Las plazas, abrasadas de silencio por la tarde,
el brillo primitivo de las fuentes,
las tibias arcadas y cafés, los árboles de sombra —su desgana—,
el pálido frescor de las heladerías,
el híbrido rumor en las terrazas,
respiran, todos ellos, otro aire.

No cambia la ciudad, solo tus ojos
mudan de visión, de circunstancia.
                                                               Tú
adoptas la mirada y el andar del extranjero:
remiso en el saludo, holgado el paso,
vacío el sentimiento de cadenas,
como un viajante circense o de comercio
que capturase lo nuevo, la luz de lo distinto.

¿Pero, qué razón, intuyes, hay en ello?
En esta migración de perspectiva, en este exilio interno.
                                                                                                    Tú
has sido todo el tiempo un extranjero, salvo ahora,
cuando miras la ciudad, la noche nueva,
vaciando el sentimiento de cadenas. 

Audio:

Aún me quedaba un poco de luz de la tarde
y he podido recorrer tus versos y decir aquello que decimos
siempre que visitamos un lugar que nos atrapa: ¡Aquí tengo que volver...!
Un placer de lectura, Pablo, un abrazo.
Feliz verano

Tú poema se puede aplicar a diferentes situaciones. Al final es la mirada lo que cambia, no el paisaje. Hondo y hermoso poema. Me gustó.
besos
Pilar

!Qué honrada la ciudad que tiene quien la cante¡
!Qué hermosa la elegía a esa ciudad sin nombre o apellido¡

Gracias, Pablo, por animar con tus letras este agosto.
Siempre es un placer contar contigo.


Víctor

Pablo Ibáñez escribió:

La misma ciudad que bien conoces
se muestra hoy extraña y diferente.

Las plazas, abrasadas de silencio por la tarde,
el brillo primitivo de las fuentes,
las tibias arcadas y cafés, los árboles de sombra —su desgana—,
el pálido frescor de las heladerías,
el híbrido rumor en las terrazas,
respiran, todos ellos, otro aire.

No cambia la ciudad, solo tus ojos
mudan de visión, de circunstancia.
                                                               Tú
adoptas la mirada y el andar del extranjero:
remiso en el saludo, holgado el paso,
vacío el sentimiento de cadenas,
como un viajante circense o de comercio
que capturase lo nuevo, la luz de lo distinto.

¿Pero, qué razón, intuyes, hay en ello?
En esta migración de perspectiva, en este exilio interno.
                                                                                                    Tú
has sido todo el tiempo un extranjero, salvo ahora,
cuando miras la ciudad, la noche nueva,
vaciando el sentimiento de cadenas. 

Me he sentido reconocido en la experiencia que has hecho poesía y, probablemente, en muchas de las mismas razones. Es lo bueno que tiene la poesía: te abre puertas, te dibuja los rincones olvidados, te descubre emociones tras los miedos, las alegrías, las horas y las sombras de los días. Magnífico. Con un abrazo.
Salud.

¡Qué bella perspectiva llega con la libertad!

Espléndido paseo, Pablo

Gracias Rosario, un honor para mí tu paso por mi poema.
Un abrazo.

Gracias Pilar,

te quiero mucho, ya lo sabes.
Un abrazo.

Gracias Víctor, querido amigo.
Te deseo todo el éxito con tu libro.

Un abrazo.

Gracias Julio, maestro.

Me alegro mucho que te haya gustado el poema, ya sabes que es un honor para mí.

Un abrazo.

Gracias Marimar,

me alegro que te guste, amiga.

Un abrazo.

Esa sensación de sentirse extraño o extranjero en la propia ciudad, en los lugares más reconocibles, la he tratado de reflejar yo también en algunos poemas. El tuyo es francamente bueno, se abre y se cierra con indudable maestría. Un abrazo.

Las cadenas o los lazos, las asociaciones y las migas de cada consecuencia, de cada esquina rezagada.

La ciudad maneja el tiempo extrañamente, si; refleja un neón incomprensible en las miradas nocturnas; es capaz, inclusive, de cambiar un café por la emoción más profunda.

Me ha encantado la manera de interactuar con la urbanidad interior, con el eco de sus posibilidades.

Abrazo y felicitaciones, amigo.

Magnífico, brillante!!

Limpio y "llegador"

Las plazas, abrasadas de silencio por la tarde,
el brillo primitivo de las fuentes,
las tibias arcadas y cafés, los árboles de sombra —su desgana—,
el pálido frescor de las heladerías,
el híbrido rumor en las terrazas,
respiran, todos ellos, otro aire.

Literalmente estoy sentado en esa plaza.

Todo un placer de lectura, amigo Pablo.

Un fuerte abrazo

Entrar en la ciudad después de mucho tiempo cambia la difusión de la tragedia y honra la realidad que subsistirá por poco tiempo. Renovarse o morir, dice el dicho.

Aplaudo tu poema y el foco que en la ciudad se va encendiendo.

Un abrazo