´Levitándote
Publicado: Jue, 06 Oct 2016 1:33
Quiero pensar en ti rendida al sueño,
pensar en ti reducida al sabor de tus axilas,
a los tangos en la boca de mi madre, como fresas.
Pensar en ti mientras mi corazón se desarruga ante tu espejo,
ante la serenidad de su mar más turbulento, antítesis del oblivion de los ateos.
Deseo traducirte en mis papilas, mientras sorprendo al lince
que reposa bajo el párpado, e inhalo tus pequeños labios, tan grandes
que articulan a veces nuestros límites y otras veces nuestras fugas.
Pensar en ti como una niña, sin iras o demoras, sin notas extremas,
simple, como el frío hipocondríaco que relata tus nostalgias,
como un silencio de estertores, como estas horas imparciales
que ya superan las glorias cenicientas.
“Minimaliso” tus sentidos, reduzco tus colores, limito tus fuentes…
y entonces duermes, como se duermen los violines en sus notas preferidas,
desdeñando las demás, eternizando una palabra impronunciable.
Sé de notas, te lo digo… Escucho las cuerdas
que entre los enormes miedos y el pianissimo materno, te dibujan.
Quiero pensar en ti sin más ruido que tus pasos incorpóreos en mi espalda,
que mis dedos clandestinos levitándote,
sin más abrigo que el vértigo disfrazado de tus formas,
sin más vacilación que no oírte pronunciarme.
Quieta como la mujer ausente de Neruda, así te pienso,
sin más deseo que fumarte, que quemarme el labio como un ebrio,
sumido en la cannabis de tu aroma.
No sé…, quizás al intuirte regreso a las cavernas,
quizás dormida sólo eres el germen de mis terminaciones sensitivas.
¿Qué sueñas? ¿Qué sabes cuando duermes? Así tan quieta ¿olvidas el amor?
¿Puedes contar como cuentas en vigilia los segundos?…, ¿contar acaso de regreso
hasta encontrarnos aquel día, cuando nombramos por primera vez
los nidos en los cuerpos, procediendo simplemente a las caricias?
Cuentas, así dormida – como novicia asiendo sin sus manos – los acertijos de la vida,
las flageladas aritméticas del hada, la cábala de los puros.
Revalidas mis ficciones con irrefutables algoritmos.
Tu compleja geometría refuta el alegato que iguala química y amor.
Eres un árbol de colmenas,
un giro hacia el hogar en la incertidumbre de una esquina,
pero también una puerta, una pregunta… Por cierto, cada día me sorprendes.
Tus miembros amputados regresan cuando duermes,
mientras a mí, aún me duelen las heridas que sin querer te he proferido.
Los fractales de tu cuerpo me embelesan, como un cúmulo de estrellas en la mano,
como el Aleph a Borges, como el corazón de los dragones nobles a los críos,
o el espejo de aquel cuento que desmiente vanidades.
Amarte suele ser una aventura,
aun si duermes, aun si no escuchas mis mentiras más sinceras,
porque tus poros permanecen en vigilia,
y me miran con la misma devoción que te profeso
cuando digo más allá de las palabras, en silencio
– por respeto a la calma de tus mareas entreabiertas –
“te amo”.
pensar en ti reducida al sabor de tus axilas,
a los tangos en la boca de mi madre, como fresas.
Pensar en ti mientras mi corazón se desarruga ante tu espejo,
ante la serenidad de su mar más turbulento, antítesis del oblivion de los ateos.
Deseo traducirte en mis papilas, mientras sorprendo al lince
que reposa bajo el párpado, e inhalo tus pequeños labios, tan grandes
que articulan a veces nuestros límites y otras veces nuestras fugas.
Pensar en ti como una niña, sin iras o demoras, sin notas extremas,
simple, como el frío hipocondríaco que relata tus nostalgias,
como un silencio de estertores, como estas horas imparciales
que ya superan las glorias cenicientas.
“Minimaliso” tus sentidos, reduzco tus colores, limito tus fuentes…
y entonces duermes, como se duermen los violines en sus notas preferidas,
desdeñando las demás, eternizando una palabra impronunciable.
Sé de notas, te lo digo… Escucho las cuerdas
que entre los enormes miedos y el pianissimo materno, te dibujan.
Quiero pensar en ti sin más ruido que tus pasos incorpóreos en mi espalda,
que mis dedos clandestinos levitándote,
sin más abrigo que el vértigo disfrazado de tus formas,
sin más vacilación que no oírte pronunciarme.
Quieta como la mujer ausente de Neruda, así te pienso,
sin más deseo que fumarte, que quemarme el labio como un ebrio,
sumido en la cannabis de tu aroma.
No sé…, quizás al intuirte regreso a las cavernas,
quizás dormida sólo eres el germen de mis terminaciones sensitivas.
¿Qué sueñas? ¿Qué sabes cuando duermes? Así tan quieta ¿olvidas el amor?
¿Puedes contar como cuentas en vigilia los segundos?…, ¿contar acaso de regreso
hasta encontrarnos aquel día, cuando nombramos por primera vez
los nidos en los cuerpos, procediendo simplemente a las caricias?
Cuentas, así dormida – como novicia asiendo sin sus manos – los acertijos de la vida,
las flageladas aritméticas del hada, la cábala de los puros.
Revalidas mis ficciones con irrefutables algoritmos.
Tu compleja geometría refuta el alegato que iguala química y amor.
Eres un árbol de colmenas,
un giro hacia el hogar en la incertidumbre de una esquina,
pero también una puerta, una pregunta… Por cierto, cada día me sorprendes.
Tus miembros amputados regresan cuando duermes,
mientras a mí, aún me duelen las heridas que sin querer te he proferido.
Los fractales de tu cuerpo me embelesan, como un cúmulo de estrellas en la mano,
como el Aleph a Borges, como el corazón de los dragones nobles a los críos,
o el espejo de aquel cuento que desmiente vanidades.
Amarte suele ser una aventura,
aun si duermes, aun si no escuchas mis mentiras más sinceras,
porque tus poros permanecen en vigilia,
y me miran con la misma devoción que te profeso
cuando digo más allá de las palabras, en silencio
– por respeto a la calma de tus mareas entreabiertas –
“te amo”.