Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Ojalá fuera cierto lo que me dices, pero te lo agradezco igual.Guillermo Cuesta escribió:Amiga mía, esa brújua que tan bien marca el sendero del sentir se te parece un montón. Es ella quien mueve tu plumay quien
muestra lo sencantos poéticos que rondan en tu nombre.
un abrazo fuerte.
Gracias, querido amigo, por tus amables palabrasRamón Carballal escribió:Un poema muy hermoso. Lo he disfrutado. Un beso.
Me alegra que te haya gustado y que me lo digas.Ventura Morón escribió:Muy bello en verdad Pilar, de una dulzura y suavidad fascinantes, me ha encantado amiga.
Un beso y felicidades
Me ha alegrado que vengas y dejes tu valiosa palabra.J. J. M. Ferreiro escribió:Un poema precioso y exquisito .
Todo un placer de lectura, querida amiga.
Bicos, Pilariña.
Gracias, querido amigo, por venir y dejar tu valiosa huellaGerardo Mont escribió:Un poema bellìsimo. La ternura y la riqueza poètica de tus trazos, cautiva. Aplausos y un gran abrazo, poeta.
Gracias, querido amigo, por traer un poema que resume la vida. Es muy importante para mí, ya no escribiréRafel Calle escribió:Espíritu sin nombre, indefinible esencia (que diría el imprescindible Bécquer), de la mano de Pilar Morte.
Gracias. amigo, por dejar tus gratas palabras.Rafael Valdemar escribió:Interesante y con elegante léxico has escrito este poema Pilar que me gustó y disfruté leyendo
saludos
rafael
Gracias, querido amigo, por tus gratas palabras.Pablo Ibáñez escribió:Me gusta mucho, Pilar, querida amiga.
Te mando un gran abrazo.
Pilar Morte escribió:Su mirada atendía el calor del hogar,
-la llama que velaba la luz-.
Ponía jazmín en su verbo
y nimbos con aroma de albahaca fresca
en los rostros ajados.
La vi en sueños quitarse el sombrero de las dudas
al transitar caminos polvorientos.
Derretía los hielos cuando los cuerpos
permanecían en brazos del frío.
Era la mujer de miradas
abiertas al anhelo; y sus pupilas heridas
regalaban albor en el ocaso.
La vi andar descalza
para no perturbar el sonido de las almas,
las horas que sosiegan el miedo.
El mundo era su casa y dormía
al raso de los sueños,
Por eso no la olvido,
y persigo su huella de dolor desleído,
esa casa orientada al sur
donde las madrugadas eran
azul mar en la brújula de su espíritu.