Editorial Alaire

Alonso de Molina escribió:abro el turno de comentarios
en un poema que se lee bien (a pesar de los
codigos html), se observa el cuadro que
invita a la calma y a la reflexión en silencio

te mando un abrazo

.

Just Gafar escribió:Aunque se descubren las sombras en muchos apartes de tus versos amigo Julio. Es la belleza, la principal protagonista de ellos, es ella la que deshoja. la que impregna el alma de esas cosas mortales, que volvemos eternas.

Realmente un placer poder leerte en esta tarde amigo querido

Abrazos

Rosario Alonso escribió:Ufff, Julio me encanta tu forma de dirigir el tema del "aquí y ahora "sin esperar futuras compensanciones post morten. Una maravilla.

Un beso

Sandra Gª Garrido escribió:Julio, me gusta como has encaminado este poema desde la reflexión profunda e irremediable de la muerte, de ese dejar de ser que tanto atormenta , por lo desconocido al "hombre", la inteligencia y ese afán de supervivencia, en la que el ser humano se cuestiona su existencialismo, y tal vez es tan sencillo como luego lo encaminas dejarse ser flor o animal por instinto, dejarse ser simplemente y amar.

Bellismo , y profundo.

Un abrazo

Pilar escribió:Me ha gustado mucho tu poema.Vivir simplemente siendo sentidos del presente.
Un abrazo
Pilar

Julio González Alonso escribió:


Paisaje con árbol, flor y perro.



No sé cómo ahuyentan los perros
la idea
de la muerte, si a sus hocicos húmedos
les llega entre cientos de olores el aroma
dulce y espeso del final de sus días
y cierran los ojos
y entregan su aliento al último aire y así
se van de esta vida. Ni entiendo, tampoco,
cómo las flores se desprenden de sus pétalos
y entregan el muñón de sus tallos al olvido.
No comprendo a las personas que alientan sueños
de otra vida
más allá de esta suerte de finales cotidianos
que nos conducen a ese final irremediable
del final de este juego perdido de antemano.

Así que hoy quiero ser sólo
perro,

sólo flor,

y beber sonrisas de agua feliz en tu boca,

en tu piel dispuesta
al beso
acariciar la vida que nos toca
sin preguntar,

olfatear los aromas cotidianos,

dejar que los pétalos abandonen la corola
cuando han dado ya toda su luz
a las miradas.

Como árbol rumoroso se llevará el otoño las últimas
hojas, las más bellas
en efímero gesto

y así, desnudo de promesas por las agrietadas
ramas
que el aire envuelve
ser sólo paisaje

y que luego el silencio se arrope
en abrazo
de olvido

y de memoria.