[BBvideo 560,340]así voy yo, borracho melancólico, guitarrista lunático, poeta, y pobre hombre en sueños, siempre buscando a Dios entre la niebla.[/BBvideo]
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(A. Machado - Es una tarde cenicienta y mustia)
Sé que los temas a los que recurro no están de moda, Armilo, pero inisto en el poder evocador, y puede que redentor, de la tristeza, y que lo abordo con todo el lirismo que puedo y me queda, a pesar de saber que este atributo inherente a la poesía más honda, genuina e intemporal tampoco pasa por unos buenos días. Estoy intentando derribar un muro con las manos desnudas. Quizás haya dejado de importarme lo que tanto perseguí en otros momentos y eso me provoque una melancolía mórbida e inexplicable; siento nostalgia del día en que los toros sean un mito del pasado, estoy asistiendo confundido y perplejo al principio de su final, sus detractores, como norma, no derrochan Humanismo, ni invitan a que te encuentres con ellos en un callejón oscuro en una noche de rabia . He empezado a mirar hacia atrás y comprendo que puedo resistirme, sin sentimiento de culpa, a coger una llamada de una persona determinada. Se puede mantener, por vínculos familiares de los que atan hasta la muerte, una relación de décadas cuyo resumen no puede ser más desalentador; una de las partes siempre exigida a dar aquello de lo que suele ser difícil desprenderse en nuestra sociedad recibiendo solo migajas aleatorias, en forma de lo que puede hacerse sin ningún esfuerzo y más por casualidad que por buenas intenciones. Así es mi relación con la Poesía en estos días en los que el sol brilla pero no sale, mi particular lectura de la desgana vital desprovista, en mi caso, de clase y la elegancia de un traje oscuro claro que coloca una flor en su solapa y que representa fielmente la sensación de que no quiero poder más, que ya no sé vestirme con el traje de luces de lo que me gustaría ser, ni recordar con convicción lo que nunca he sido.
Esta vuelta mía al mundo de los toros me ha entregado sensaciones profundas, como las tuyas, llenas de tristeza y lirismo, que justifican por sí solas aquello nos ofrece el destino, ya sabemos que es un niño caprichoso y cruel hasta la locura. Pero sé qué puedo liberarme del lirismo, no así de la tristeza. Es duro tener dos triunfos en las manos y constatar que pinchaste en hueso en la suerte suprema.
