Gerardo Mont escribió:Yo quise atisbar como el poeta,
las raíces maduras del ciprés
que repujan el silencio entre las nubes;
y extraer la savia del azul marchito,
ese que se siente como el frío…
Restaurar el reverso abatido de los párpados,
con los prismas triangulares que en la boca,
embriagan de perpetuidad a los jardines.
Pero se habían torcido los renglones,
de cada hombre con que escribo.
Tantos niños fui de poco a poco,
cayendo de las ramas de los barrios,
sudando los potreros
de verde en verde hasta la paja,
retando la alambrada
que iguala valle, a túnel o suicida…
Cayendo del aire a los pulmones,
y de los lapsus de las madres,
a los barrotes cotidianos
del sino carcelero.
Caíamos entonces,
como héroes retirados de los comics,
al rincón de las fotos desteñidas
tildadas de vaho en la mañana,
y al corazón que se dibuja
con un nudo en el estómago,
mientras las lágrimas escalan su caída
en la ventana.
Y caíamos del revés de los bolsillos
como domingos sin domingo,
hasta un día entre semana.
Sentíamos sobrepeso en los zapatos,
ansiábamos sobrevolar por los escollos;
y apostando descalzos al barrial,
dosificábamos la muerte prematura de los muertos.
Añorábamos,
la sencillez en blanco y negro de la tele,
el sermón recargable de los curas,
el llanto ingenuo y desmedido,
del que vomita por tan lleno.
Mientras el reloj
goteaba entre las manos,
diluviaba el miedo.
Ese miedo del hombre por los niños
que de puntas acechan por las noches.
(A mis niños las máscaras del hombre,
los panes rancios, el ruido vulnerando los cristales,
los peces en las ramblas;
a mis niños las plazas exhumadas,
hurgar los géneros perdidos,
las perchas del graduado,
el polvo que cae en los hombros,
presagio del nicho en las ventanas…
Y tras las puertas,
los dejavú de libros olvidados
importunando los fantasmas,
con esa pulcritud que los sicarios,
detonan la voz cárdena
del gris de las jornadas).
¡Ah! , si pudiera convocarlos
al paseo en bicicleta de las tardes aceitadas,
si pudiera despertar un sol de helio
entre sus manos,
sembrar de nuevo en las heridas,
los balones del equipo,
las yemas de un buen padre
y de una flor color de hermano;
y del amigo que no estuvo
en los eclipses.
Tu alma se deleita jovial en todas las cosas bellas
¡Ah!, si pudiera alquimiar todos mis versos
y hacer de mi jardín, un jardín color poeta,
no este fin incurable…,
lo marchito
que resume de mis letras.
Cada etapa es de único valor. Creo que plantas una maravillosa creación en el jardín, y que tu alma se deleita jovial con todas las cosas bellas. Ha sido un placer venir a jugar en el jardín color Gerardo Mont. Abrazos, ERA