Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió:Un recorrido existencial de altos vuelos. Me parece un poema de indudable calidad. Saludos cordiales.

Gerardo Mont escribió:Quizás, somos las piezas de un horizonte sombrío,
un viento de especies agitando el follaje nocturno,
un miedo hurgando entre sangre y despojos,
de todas las gárgolas confinadas, al alba,
en las piedras del pecho.

Quizás, en esta búsqueda acérrima somos;
y la vida, este fatal devenir entre planes
que proclama en el aullido de estirpes
un rencor de epitafios y crones,
no es más que un rito de sospechas y dudas
que nos exige inferir la existencia.

Y mientras acecha en el sol la ceniza,
la hora enferma invoca al vampiro
–gota que tiembla, inexorable cordura–;
y en el féretro un poco de tierra lejana,
con la semilla del espectro que torció las esquinas.

Depredando, por tanto,
en las catedrales de tiempo y de angustia,
nos define una sed insaciable: amor, trascendencia;
argento en las hojas del álamo umbrío,
verdad adyacente a nocturnidad
y a hombre.

Paliamos entonces, con un silencio devoto,
los graznidos del cuervo sobrevolando las manos,
mientras en la ebriedad de pendientes
el sino insalvable nos somete a reliquias,
a vértigos viejos de códigos nuevos.

Y paradójicamente,
entre conjugaciones de muerte y de vida,
de humano y de bestia, somos:
no más que un conjuro
que aplaza del percutor la sentencia.

Pilar Morte escribió:Ha sido un placer dejarme llevar por el recorrido de estos hermosos versos
Abrazos
Pilar

Guillermo Cuesta escribió:Muy placentera lectura, amigo Gerardo. Aquí pusiste el lirismo triste,
muy poético y digno acompañado por un ritmo tenue y musical en el
que cada imagen descansa en espera de un amanecer más diáfano.

Un abrazo

Hallie Hernández Alfaro escribió:

Gerardo Mont escribió:Quizás, somos las piezas de un horizonte sombrío,
un viento de especies agitando el follaje nocturno,
un miedo hurgando entre sangre y despojos,
de todas las gárgolas confinadas, al alba,
en las piedras del pecho.

Quizás, en esta búsqueda acérrima somos;
y la vida, este fatal devenir entre planes
que proclama en el aullido de estirpes
un rencor de epitafios y crones,
no es más que un rito de sospechas y dudas
que nos exige inferir la existencia.

Y mientras acecha en el sol la ceniza,
la hora enferma invoca al vampiro
–gota que tiembla, inexorable cordura–;
y en el féretro un poco de tierra lejana,
con la semilla del espectro que torció las esquinas.

Depredando, por tanto,
en las catedrales de tiempo y de angustia,
nos define una sed insaciable: amor, trascendencia;
argento en las hojas del álamo umbrío,
verdad adyacente a nocturnidad
y a hombre.

Paliamos entonces, con un silencio devoto,
los graznidos del cuervo sobrevolando las manos,
mientras en la ebriedad de pendientes
el sino insalvable nos somete a reliquias,
a vértigos viejos de códigos nuevos.

Y paradójicamente,
entre conjugaciones de muerte y de vida,
de humano y de bestia, somos:
no más que un conjuro
que aplaza del percutor la sentencia.

Pocas veces puede sentirse tantísima pulsación lírica en un poema. Hay todo aquí, Gerardo. Y este todo es un derroche de inteligencia. Te delata tu coeficiente de sensibilidad y la magia que brota de tus universos metafóricos. Estás en evidencia. Hay como -en las ciencias exactas que nutren tu bagaje- un brillo de perfección ineludible.

Lenguaje, trasmisión, afectividad, compromiso y belleza avalan Argento en las hojas del álamo umbrío.

De pie, para los aplausos.

Abrazo fuerte y mi respeto, poeta.