A PROPÓSITO DEL FALLIDO FIN DEL MUNDO (LXVI)
Publicado: Dom, 30 Dic 2012 20:31
A PROPÓSITO DEL FALLIDO FIN DEL MUNDO (LXVI)
Al fin, el fin del mundo es ley en el estado.
Y las hambres, derecho humano de las masas.
Pues nos toca, ahora, nadar contra corriente;
contra esa corriente final de los finales,
la que a pocos hicimos política de a diario.
En este tiempo depuesto por los tiempos,
quizás son estas las últimas luciérnagas que sorbo,
mientras los perros hostigan esas fósiles piruetas
que los actores heridos por la tarde perpetúan,
como árboles cosidos a la acera
en otoños sempiternos.
Solo quiero en esta noche algún suicidio.
Que la noche se abra tajo a tajo
y de fuego el corazón a cenizas me remita
cual vampiro que honra amaneceres del desierto,
aunque el polvo le infecte colofones a sus libros.
Tal vez de alguna forma me eleven los declives,
las cábalas consuelen mis deudas atrasadas,
los poros, a la puerta, prodiguen amnistías…
Quizás no escuchen mis rasguños
y el frío me niegue las ventanas
de otro final más comedido.
Porque las especies reniegan mis provincias,
porque otro mundo es sólo una añoranza,
un cajón con zapatos vadeando sinsentidos.
Entonces, toman forma conceptos rezagados
y necios antropófagos
hurgando nombres en las alforjas de mis aguas
develan antiguas sequedades.
Los finales sumados van doliendo más que de costumbre,
y los miedos asoman en los labios como ruidos;
esos ruidos en las ascuas de las carnes.
Y claro, nos cantamos el después con aquellas notas consabidas.
Las lágrimas repican en la voz de algún bolero.
Las lágrimas se encumbran en la piel sudada
y en las cargas habituales
que el hombre legislado por las dudas,
se empeña en seguir recolectando.
Tararea el tísico reloj, las otredades.
Soy entonces, el canto que renace desahuciado,
la orgía de un súcubo demócrata y estéril
-¿quién lo sabe?.
Aunque sé que hay besos que rompen los finales.
Al fin, el fin del mundo es ley en el estado.
Y las hambres, derecho humano de las masas.
Pues nos toca, ahora, nadar contra corriente;
contra esa corriente final de los finales,
la que a pocos hicimos política de a diario.
En este tiempo depuesto por los tiempos,
quizás son estas las últimas luciérnagas que sorbo,
mientras los perros hostigan esas fósiles piruetas
que los actores heridos por la tarde perpetúan,
como árboles cosidos a la acera
en otoños sempiternos.
Solo quiero en esta noche algún suicidio.
Que la noche se abra tajo a tajo
y de fuego el corazón a cenizas me remita
cual vampiro que honra amaneceres del desierto,
aunque el polvo le infecte colofones a sus libros.
Tal vez de alguna forma me eleven los declives,
las cábalas consuelen mis deudas atrasadas,
los poros, a la puerta, prodiguen amnistías…
Quizás no escuchen mis rasguños
y el frío me niegue las ventanas
de otro final más comedido.
Porque las especies reniegan mis provincias,
porque otro mundo es sólo una añoranza,
un cajón con zapatos vadeando sinsentidos.
Entonces, toman forma conceptos rezagados
y necios antropófagos
hurgando nombres en las alforjas de mis aguas
develan antiguas sequedades.
Los finales sumados van doliendo más que de costumbre,
y los miedos asoman en los labios como ruidos;
esos ruidos en las ascuas de las carnes.
Y claro, nos cantamos el después con aquellas notas consabidas.
Las lágrimas repican en la voz de algún bolero.
Las lágrimas se encumbran en la piel sudada
y en las cargas habituales
que el hombre legislado por las dudas,
se empeña en seguir recolectando.
Tararea el tísico reloj, las otredades.
Soy entonces, el canto que renace desahuciado,
la orgía de un súcubo demócrata y estéril
-¿quién lo sabe?.
Aunque sé que hay besos que rompen los finales.