Estirpe de soledad. (Orígenes VII)
Publicado: Dom, 29 Abr 2012 18:59
No sé cómo pedirte un poco más de tiempo,
estoy aligerando mi carácter,
las alforjas de piedra ya no tienen remedio,
la carga es un clamor de pálpito inconstante,
la libertad un templo
donde aguardan costumbres imposibles de casar
cuando tienes el alma de soltero.
Y esa es la razón principal. Ahora reflexiono del amor,
para qué tantos amores y por qué tan pasajeros,
por qué tanto vacío esperando llenarse con amor.
Para qué enamorarme si no sé comprenderlo,
si no sé conservar la esencia de la atracción.
Se disipa muy temprano la voluntad del acercamiento,
en la ruda costumbre de ser en soledad.
Y ahora me pregunto el porqué de mis enamoramientos.
Hace frío en las palabras
sin el valor de por medio.
Era un prejuicio de hombre en el antifaz de un niño,
era una cama caliente, la cercanía de un cuerpo
en la trama de un espíritu
asolado por sus miedos.
El hombre se hizo menor, entre lunares de especie lapidaria,
casado más de tres veces y multitud de esponsales,
al final fue de mayor cuando el niño se arrugaba.
Soledad de medio pelo,
todo multitud desierta,
solitaria seducción.
Por la soledad el miedo
a la soledad concreta.
Si las razones fueron soledades, el pálpito fue de cariño;
una forma de cumplir ofreciendo cuanto tienes, es decir, sin amor nada que dar,
y algún que otro consejo.
Mentiras al fin y al cabo, pues, sin futuro o sin atracción real,
solo queda un embustero.
En fin, hoy te habla de paciencia el hombre que nunca fui;
en la mansión de tus ojos está llamando al deseo
el niño que ves aquí. La mirada penetrante y el picaporte caliente
yo quisiera, y el salero
por mirarte y repicar y repicar en tu puerta, y en las estancias mimosas
quisiera allanamientos,
alud y sin compasión
en los dominios de Eros.
En otoño la bondad,
sabiduría de pueblo,
vivir en la claridad,
estremecerse en invierno.
Ay del sentir sin tocar.
Y el sexo por alusión si el desnudo es algo cierto.
estoy aligerando mi carácter,
las alforjas de piedra ya no tienen remedio,
la carga es un clamor de pálpito inconstante,
la libertad un templo
donde aguardan costumbres imposibles de casar
cuando tienes el alma de soltero.
Y esa es la razón principal. Ahora reflexiono del amor,
para qué tantos amores y por qué tan pasajeros,
por qué tanto vacío esperando llenarse con amor.
Para qué enamorarme si no sé comprenderlo,
si no sé conservar la esencia de la atracción.
Se disipa muy temprano la voluntad del acercamiento,
en la ruda costumbre de ser en soledad.
Y ahora me pregunto el porqué de mis enamoramientos.
Hace frío en las palabras
sin el valor de por medio.
Era un prejuicio de hombre en el antifaz de un niño,
era una cama caliente, la cercanía de un cuerpo
en la trama de un espíritu
asolado por sus miedos.
El hombre se hizo menor, entre lunares de especie lapidaria,
casado más de tres veces y multitud de esponsales,
al final fue de mayor cuando el niño se arrugaba.
Soledad de medio pelo,
todo multitud desierta,
solitaria seducción.
Por la soledad el miedo
a la soledad concreta.
Si las razones fueron soledades, el pálpito fue de cariño;
una forma de cumplir ofreciendo cuanto tienes, es decir, sin amor nada que dar,
y algún que otro consejo.
Mentiras al fin y al cabo, pues, sin futuro o sin atracción real,
solo queda un embustero.
En fin, hoy te habla de paciencia el hombre que nunca fui;
en la mansión de tus ojos está llamando al deseo
el niño que ves aquí. La mirada penetrante y el picaporte caliente
yo quisiera, y el salero
por mirarte y repicar y repicar en tu puerta, y en las estancias mimosas
quisiera allanamientos,
alud y sin compasión
en los dominios de Eros.
En otoño la bondad,
sabiduría de pueblo,
vivir en la claridad,
estremecerse en invierno.
Ay del sentir sin tocar.
Y el sexo por alusión si el desnudo es algo cierto.