La sombra (L-I)
Publicado: Lun, 12 Mar 2012 23:03
LA SOMBRA
Llegaste sonriente -el pelo recogido- y exultante.
Ofrecías tu mejor sonrisa y un cuerpo
exuberante de caricias. Fuiste a cerrar la puerta
y, sin embargo, se coló por debajo una pequeña
sombra. Es muy importante obturar las ranuras,
taponar agujeros, cerrar los orificios
para que no entren miasmas, ni fluya el éter,
ni el gas de la desidia expanda sus moléculas grises.
Es importante hacer que la alcoba no acoja
espacios siderales que achiquen la presencia;
que el albo campo sumergido en la charca de los interrogantes
no pierda sus irisadas formas ni el suave relieve
de las ondas. La sombra es amoral, copula
con los muebles gastados, polvorientos,
se funde con las migas de pan que el perro no ha comido;
con las manchas calcáreas que ensucian
los sanitarios del aseo. Sus aliados naturales
son arañas ocultas en los inextricables laberintos
de la nevera; los ácaros que medran
en las pulverulentas estructuras del abandono;
algún mosquito que olvidó dormir en el invierno;
y ese toque letal de la melancolía de antaño
que perdura en los viejos surcos del tiempo.
Y acecha, cuando logra acumular ejércitos hostiles
que atacan la frágil retaguardia: sus pituitarias
agotadas por el chanel número cinco de la culpa;
los ojos desgastados de tanto ver la realidad
como un andamio que sostiene
el edificio residual de los deseos;
los tímpanos que agitan vibrátiles temores,
agudos que transgreden el pentagrama último del grito;
las regiones profundas de la lengua, su retráctil tensión
a salirse del marco; la palma de las manos
agostada, segada la escritura de sus ríos
por el siroco de la inconveniencia.
La sombra dicta, impera, manda, castiga con rigor
la disidencia. A veces, consigue oscurecer
con sus pequeñas motas escindidas el sol
al que los hados encomendaron liquidar mi largo invierno.
http://www.precipicius.blogspot.com
Llegaste sonriente -el pelo recogido- y exultante.
Ofrecías tu mejor sonrisa y un cuerpo
exuberante de caricias. Fuiste a cerrar la puerta
y, sin embargo, se coló por debajo una pequeña
sombra. Es muy importante obturar las ranuras,
taponar agujeros, cerrar los orificios
para que no entren miasmas, ni fluya el éter,
ni el gas de la desidia expanda sus moléculas grises.
Es importante hacer que la alcoba no acoja
espacios siderales que achiquen la presencia;
que el albo campo sumergido en la charca de los interrogantes
no pierda sus irisadas formas ni el suave relieve
de las ondas. La sombra es amoral, copula
con los muebles gastados, polvorientos,
se funde con las migas de pan que el perro no ha comido;
con las manchas calcáreas que ensucian
los sanitarios del aseo. Sus aliados naturales
son arañas ocultas en los inextricables laberintos
de la nevera; los ácaros que medran
en las pulverulentas estructuras del abandono;
algún mosquito que olvidó dormir en el invierno;
y ese toque letal de la melancolía de antaño
que perdura en los viejos surcos del tiempo.
Y acecha, cuando logra acumular ejércitos hostiles
que atacan la frágil retaguardia: sus pituitarias
agotadas por el chanel número cinco de la culpa;
los ojos desgastados de tanto ver la realidad
como un andamio que sostiene
el edificio residual de los deseos;
los tímpanos que agitan vibrátiles temores,
agudos que transgreden el pentagrama último del grito;
las regiones profundas de la lengua, su retráctil tensión
a salirse del marco; la palma de las manos
agostada, segada la escritura de sus ríos
por el siroco de la inconveniencia.
La sombra dicta, impera, manda, castiga con rigor
la disidencia. A veces, consigue oscurecer
con sus pequeñas motas escindidas el sol
al que los hados encomendaron liquidar mi largo invierno.
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