Confesiones de una fulana

[Mauro Colomina]

Allí dentro siempre es primavera
aunque nunca he visto flores.

Para llegar al puticlub hay que bajar escaleras.

"Es el inframundo" me dice un hombre que sube.

"Como el Gato Pardo no había nada...", añade
lamentando el cierre de aquel putiferio
famoso por su brasileña
de metro noventa,
ciento veinte de pecho
y sorpresa entre las piernas.

Yo nunca he pagado por follar,
y no porque sea atractivo
o porque vaya sobrado.

Ellas prometen hacerte volar en veinte minutos
por unos módicos cincuenta euros
y si lo piensas bien
el puenting es más caro
y yo tengo vértigo.

Pero para putas
ya me tengo a mí.

Marie Rose es la mejor de todas,
la primera vez que la conocí
un amigo le pagó cincuenta euros
para que me subiera a la habitación
y terminamos haciéndonos una botella de champagne
en un reservado.

Domina a la perfección el francés
a pesar de no saber hablarlo
y traduce los gestos de los hombres casados
en gemidos de soprano.

Siempre he creído
que esperar algo de alguien
es la antesala a la decepción.

Menos con Marie Rose.

Los que se acuestan con ella
siempre desean repetir
y coinciden en que el último
siempre fue mejor que el anterior.

A los tres minutos produce los primeros espasmos de placer,
a los cinco los gritos retumban contra los cristales
y a los siete la mayoría están saliendo por la puerta
deseando hacer cola
para volver a entrar.

Algunos presumen saber
que Marie Rose
es la causa de muchas guerras;
que es protagonista de al menos
ocho novelas de éxito
y otros muchos poemas desesperados;
que ha rechazado más peticiones de mano
que la propia Marilyn;
y que Romeo no se suicidó por Julieta
y es otra cosa la que nos cuentan.

Marie Rose es la más puta
de todas las putas.

"Si las putas fueran flores
nunca acabaría la primavera",
me dijo una vez.

También que "la noche es de los poetas, las putas y los que sufren por amor",
"y al menos eres dos de esas cosas", añadió.

Aún no sé realmente qué dos.

Y qué contradicción que puta
sea precisamente
la palabra más fiel del diccionario.

Cuando la mencionas
no da lugar a dudas.

Marie Rose es el París de los románticos,
La Meca de los musulmanes,
la Suiza de los evasores de impuestos.

Lame los miedos de los hombres
como si fuese un helado de vainilla
y todos salen de la habitación
con la mirada perdida
y un brillo que parece eterno en sus ojos.

Marie me pidió que os lo contara.

Pero, en fin, como decía Ernesto:
Creo que debo salir de este poema
o me voy a morir de romanticismo.

[Manuel Alonso]

Mauro, un poema soberbio, hermoso, lleno de versos ocurrentes, originales, referidos a esa prostituta y a esa profesión, la más antigua del mundo, y con un cierre espectacular, te felicito amigo, me ha gustado mucho, un placer y un abrazo muy fuerte.

[Hallie Hernández Alfaro]

A mi también me ha parecido un poemazo, Mauro. La lectura te atrapa en segundos y no es capaz de soltarte hasta esos versos finales tan hermosos e inteligentes.

De pie para los aplausos, gracias por compartir.

Abrazos.

[Mauro Colomina]

Gracias a ambos, Manuel y Hallie, por pasaros y tomaros la molestia de leerme. Es un placer.

Abrazos.

[Marisa Peral]

[quote="Mauro Colomina"]


Pues como a Manuel y a Hallie, también me ha parecido un poemazo de ritmo excelente que engancha desde el primer verso y cuando llegas al final espectacular, te parece que ha sido cortísimo... y lo vuelves a leer.
No es ninguna molestia detenerse en tus poemas, Mauro, es un placer.

Saludos.

[Rafel Calle]

Los mejores poemas de Mauro Colomina, en Alaire.

[Luis M]

Excelente poema. Gran rescate.

[Hallie Hernández Alfaro]

Mauro, si nos lees, déjanos saber de ti y de tus proyectos de poesía.
Se te sigue echando de menos, querido amigo.
También en prosa; nada es igual ahí sin tus aportaciones.

Besos y felicidad.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Otro genial rescate: Un poemazo en toda regla.

Abrazos y salud.

[E. R. Aristy]

Allí dentro siempre es primavera
aunque nunca he visto flores.

Para llegar al puticlub hay que bajar escaleras.

"Es el inframundo" me dice un hombre que sube.

"Como el Gato Pardo no había nada...", añade
lamentando el cierre de aquel putiferio
famoso por su brasileña
de metro noventa,
ciento veinte de pecho
y sorpresa entre las piernas.

Yo nunca he pagado por follar,
y no porque sea atractivo
o porque vaya sobrado.

Ellas prometen hacerte volar en veinte minutos
por unos módicos cincuenta euros
y si lo piensas bien
el puenting es más caro
y yo tengo vértigo.

Pero para putas
ya me tengo a mí.

Marie Rose es la mejor de todas,
la primera vez que la conocí
un amigo le pagó cincuenta euros
para que me subiera a la habitación
y terminamos haciéndonos una botella de champagne
en un reservado.

Domina a la perfección el francés
a pesar de no saber hablarlo
y traduce los gestos de los hombres casados
en gemidos de soprano.

Siempre he creído
que esperar algo de alguien
es la antesala a la decepción.

Menos con Marie Rose.

Los que se acuestan con ella
siempre desean repetir
y coinciden en que el último
siempre fue mejor que el anterior.

A los tres minutos produce los primeros espasmos de placer,
a los cinco los gritos retumban contra los cristales
y a los siete la mayoría están saliendo por la puerta
deseando hacer cola
para volver a entrar.

Algunos presumen saber
que Marie Rose
es la causa de muchas guerras;
que es protagonista de al menos
ocho novelas de éxito
y otros muchos poemas desesperados;
que ha rechazado más peticiones de mano
que la propia Marilyn;
y que Romeo no se suicidó por Julieta
y es otra cosa la que nos cuentan.

Marie Rose es la más puta
de todas las putas.

"Si las putas fueran flores
nunca acabaría la primavera",
me dijo una vez.

También que "la noche es de los poetas, las putas y los que sufren por amor",
"y al menos eres dos de esas cosas", añadió.

Aún no sé realmente qué dos.

Y qué contradicción que puta
sea precisamente
la palabra más fiel del diccionario.

Cuando la mencionas
no da lugar a dudas.

Marie Rose es el París de los románticos,
La Meca de los musulmanes,
la Suiza de los evasores de impuestos.

Lame los miedos de los hombres
como si fuese un helado de vainilla
y todos salen de la habitación
con la mirada perdida
y un brillo que parece eterno en sus ojos.

Marie me pidió que os lo contara.

Pero, en fin, como decía Ernesto:
Creo que debo salir de este poema
o me voy a morir de romanticismo.

Los prostíbulos son cámaras de terapia y no hay mayor terapista que una mujer que tiene - literalmente - en la mano la vulnerabilidad del ego del hombre. Es un poema inmenso en sugerencias y en su poética armadura, guarda todos los secretos, y francamente, no tiene precio entrar a estos mundos. Te felicito, dondequiera que estés, Mauro Colomina. Abrazos, ERA